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Durante décadas se han encontrado nuevos substancias medicinales en animales y plantas exóticos. Los genes de estas especies y subespecies poco comunes sirven también para la producción de nuevas variedades mediante ingeniería genética o simple cruce reproductivo. Estas drogas, y actualmente también las nuevas variedades, suelen estar patentadas. Esto supone un problema para los países en vías de desarrollo que podrían beneficiarse de ellas.
Los monopolios de patentes sobre variedades de plantas y animales, sobre genes y sobre nuevos productos medicinales, amenazan con dañar estos países de tres maneras. Primera, aumentando los precios de modo tal que la mayoría de los ciudadanos no pueda acceder a los nuevos avances: segunda, bloqueando la producción local cuando el dueño de la patente así lo decide; tercera, para las variedades agrícolas, prohibiendo a los granjeros que continúen cultivándolas como lo vienen haciendo durante miles de años.
Igual que en los Estados Unidos del siglo XIX, una región que estaba entonces en vías de desarrollo, rechazaba las patentes de la avanzada Gran Bretaña, los países en vías de desarrollo de hoy en día deben defender los intereses de sus ciudadanos protegiéndolos de esas patentes. Para evitar el problema de los monopolios basta con no establecer monopolios. Nada más sencillo.
Pero las regiones en vías de desarrollo necesitan del apoyo internacional para conseguir tal fin. Lo cual significa ir en contra de una postura que las empresas defienden con tenacidad: que los inversores de las compañías dedicadas a la biotecnología tienen derecho a ejercer el monopolio sin tener en cuenta el efecto que esto provoca sobre los demás. Significa además ir en contra de los tratados que estas mismas compañías han impuesto, con amenazas de guerra económica por parte de los Estados Unidos, al resto del munto.
Desafiar una idea que está respaldada por tanto dinero no es nada fácil, así que algunos han propuesto el concepto de "biopiratería" como camino alternativo. En vez de oponerse a la existencia de monopolios biológicos, este concepto propone que el resto del mundo participe de las ganancias que se obtengan. Lo que se dice es que las compañías biotecnológicas están cometiendo "biopiratería" al basar su trabajo en variedades naturales o genes humanos encontrados en regiones en vías de desarrollo o entre gente indígena, y por lo tanto tienen la obligación de pagar "regalías" por su uso.
Este enfoque parece atractivo a simple vista, dado que toma ventaja de la actual tendencia hacia más y mayores poderes monopolísticos. Va con la corriente, no en contra. Pero no solucionará el problema, porque el problema surge precisamente de esa tendencia, que el concepto de "biopiratería" presenta como legítima sin criticarla.
Las variedades y genes útiles no se encuentran en todas partes ni están repartidos uniformemente. Algunos países en vías de desarrollo y grupos indígenas tendrán suerte y recibirán cuantiosos beneficios con este sistema, al menos durante los veinte años que dura una patente; unos cuantos se podrían enriquecer tanto como para provocar una dislocación cultural, con un segundo episodio más tarde cuando la riqueza se acabe. Mientras tanto, la mayoría de esos países y gentes recibirán muy poco o nada de este sistema. Las regalías por "biopiratería", al igual que el propio sistema de patentes, equivaldrá a un tipo de lotería.
El concepto de "biopiratería" presupone que las variedades naturales de plantas y animales, y los genes humanos, tienen un propietario por derecho natural. Una vez que esta suposición se da por sentada, es difícil rebatir la idea de que una variedad artificial, gen o medicamento sea propiedad de una compañía biotecnológica por derecho natural, y por lo tanto es difícil rechazar el reclamo de los inversores por un poder absoluto sobre el uso de un determinado recurso.
La idea de la "biopiratería" ofrece a las multinacionales (y a los gobiernos que trabajan para ellas) un camino fácil para cimentar su régimen de monopolios. En un alarde de magnanimidad, pueden ofrecer una pequeña parte de sus ingresos a unos pocos indígenas afortunados; a partir de ahí, cuando alguien cuestione si las patentes biológicas son una buena idea, las multinacionales podrán decir que están ayudando a los indígenas, además de ponerse en el rol del "pobrecito inventor muerto de hambre"; de ese modo harán que toda crítica a su sistema parezca un saqueo hacia los oprimidos.
Lo que realmente necesita la gente que está fuera del mundo desarrollado, para su agricultura y medicina, es liberarse de todos esos monopolios. Necesitan ser libres para producir medicinas sin pagar regalías a las multinacionales. Necesitan ser libres para cultivar todo tipo de plantas y criar todo tipo de animales para su agricultura; y si deciden usar ingeniería genética, deben ser libres para acometer las modificaciones que se adapten a sus necesidades. Un billete de lotería para tener una parte de las regalías por unas pocas variedades de genes no compensa la pérdida de estas libertades.
Está mal que las compañías biotecnológicas conviertan los recursos genéticos naturales del mundo en monopolios privados. El mal no consiste en tomar la propiedad legítima del otro, sino en privatizar lo que debería ser público. Estas compañías no son biopiratas. Son biocorsarios.
¹N. de la T.: El el artículo original es Biopiracy or Bioprivateering? Nótese el juego de pablapras: "Privateering" se refiere al corso, que hace un buen contraste con "piratería", pero sugiere también "Privatizing" (privatización). El título de esta versión no intenta mantener el juego de palabras.
Copyright (C) 1997, 1999, 2000, 2001, 2011 Richard Stallman.
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Traducido al castellano por Guillem Carbonell, 2011.
Muchas gracias a Luis de Felipe Vila y a Dora Scilipoti.